Tu voz arrulla el dolor y lo pone a dormir,
mientras tus manos dibujan en el aire grullas, que van convidando mensajes de paz.
Abriga tu mirada y el vientre es almohada de mi sueño.
Las pesadillas se vuelven imposibles en esa porción de piel
y en un instante de luz, tu ombligo le susurra a mi oído:
"Lo profundo llega con un corte".
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