miércoles

Esperando el día del festejo

En una casita donde aún el sol es quien gira y sale,
donde el reloj es pura decoración viva, que con sus agujas varía sus formas,
donde las cosas se viven como se sienten.
Tu silencio presente apuñala las acciones del pasado.

Por la noche, la luna asoma hasta la orilla de mi cama y en su frío iluminar
descubre que tan solo hay dos pies, donde hubo cuatro.
La estufa de tiro balanceado queda paralítica en su intento de calentar el ambiente.

Los lobos de la soledad husmean mi cuerpo desnudo de piel.
Arrodillado, en carne viva gritándote con los ojos que me ames,
diciéndote con los suspiros, que no sé cuánto más voy a durar así,
el miedo desparrama una húmeda bofetada en mi mejilla.

Hoy, respiro atolondrado esperando el carnaval de sonrisas que te traiga liberada,
y que lluevan las palabras como papel picado sobre mi cabeza.
Esperando el día que esquives al miedo,
Esperando el día del festejo...

La libertad nace en el otro...

El temporal en tus ojos alarga el turquesa de tu mirar, mientras las gotas recorren las mejillas.
Y en una versión casera de Hansel y Gretel van lavando los besos que te fui dejando.

“¿Cómo llegaré a tu corazón ahora?”

Mi mapa (bruto plan de la razón) se incendia contra los muros de fuego que recubren tu soledad,
pero aparece la memoria de tu abrazo (de lo sentido) y lo que quema, ahora es antorcha que me guía hasta vos.

Los pastizales con los que miro pretenden explicar que la libertad ahí te espera,
y que no hay peor recluso que el que se encierra en el propio cuerpo...